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Vivimos en una sociedad hiperconectada, en la que buena parte de la interacción social se produce a través de las pantallas. ¿Qué hay detrás de la relación entre pantallas y emociones intensas? En el estudio llevado a cabo por empantallados.com y GAD3, con el apoyo de “Por un uso love de la tecnología”, en el que además ha participado la comisión europea, se ha estudiado el impacto de las pantallas antes y después de la pandemia de la COVID-19 en niñas, niños, adolescentes y sus padres.

·        1 de 4 jóvenes presenta dificultades de concentración desde que utiliza alguna pantalla.

·        3 de cada 10 hablan menos con sus padres.

·        El 23 % coincide en tener menos paciencia.

·        El 22 % ha perdido el interés por todo.

·        El 18 % manifiesta que las pantallas les ha podido restar capacidad de esfuerzo.

·        El 26 % tiene más problemas de sueño.

·        El 13 % se encuentra peor: más tristes. Y no saben el por qué.

En este estudio participaron un total de 824 personas: padres, madres y adolescentes de entre 14 y 17 años.

Deterioro de la salud emocional.

La utilización de dispositivos con pantalla incide de manera directa en la salud emocional y en las conductas de los adolescentes, tal y como reflejan las cifras del estudio:

  • Capacidad de concentración: uno de cada cuatro jóvenes (28%) reconoce que le cuesta más concentrarse desde que utiliza alguna pantalla. Casi la misma proporción de padres coinciden con esta percepción: el 27 % opinan que sí.
  • Capacidad para conversar: casi tres de cada diez menores (28 %) reconocen que, desde que usa pantallas, hablan menos con sus padres. El 22 % de los padres opinan que hablan menos con sus hijos.
  • Paciencia: Google tarda menos de un segundo en decirnos lo que queremos saber. Lo que produce en los adolescentes un aprendizaje: «saberlo todo en este momento, ahora, es posible». Así, el 23 % afirma que tiene menos paciencia desde que utiliza pantallas, cifra que asciende hasta el 28% en el caso de la percepción de los padres.
  • Interés por las cosas: las pantallas y todo lo que conllevan hacen que el 22 % de los menores pierdan el interés por las cosas. Los videojuegos, las series, las redes sociales pasan a convertirse en refugio. El 28 % de los padres afirma que sus hijos han perdido el interés por las cosas.
  • Voluntad: las demandas de la vida real no obtienen una respuesta tan rápida como la que es capaz de ofrecernos Google. Lo que no es así puede parecernos poco menos que una montaña insuperable, un listón que no podremos saltar. ¿Para qué esforzarse? Parece que el 20 % de los adolescentes reconoce que las pantallas no estimulan precisamente su capacidad para esforzarse.
  • Sueño: el 26 % de los adolescentes afirma que les cuesta más dormir, un fenómeno en el que piensan que las pantallas tienen mucho que ver. Lo cierto es que la activación que generan en el cerebro durante las horas previas a intentar conciliar el sueño no favorece precisamente esta conciliación porque el núcleo supraquiasmático no es capaz de producir tanta melatonina como necesitaríamos para dormir. El resultado: insomnio.
  • Carácter: si el sueño es importante para los adultos, no lo es menos para los adolescentes. Un mal descanso se puede traducir en alteraciones del carácter y el comportamiento. Enfadarse y alterarse por cosas que no debieran suscitarnos tales emociones es mucho más fácil cuando tenemos sueño. La falta de sueño hace que los adolescentes estén más irritables.
  • Malestar: el 13 % de los adolescentes afirma que son menos hábiles a la hora de gestionar las emociones de valencia negativa, y en especial la frustración, desde que las pantallas están en su vida.

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FAMILIA

Normas sociales básicas que debemos enseñar a los niños.

Las normas sociales son un conjunto de reglas que rigen los comportamientos y conductas de las personas que vivimos en sociedad, con el fin de garantizar una convivencia pacífica y respetuosa.

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Inculcar buenos modales a los niños es una de las mayores preocupaciones que solemos tener como padres, incluso docentes. Ahora bien, enseñar a los niños a comportarse según las normas de convivencia de nuestra sociedad a veces puede parecer una misión imposible, sobre todo cuando son muy pequeños y no nos prestan demasiada atención.

Saludar y despedirse. Saludar cuando vemos a alguien. Pero, ¡ojo! Enseñar a saludar no significa obligar al niño a besar o a abrazar a los demás. Despedirse correctamente cuando abandona un lugar. Dar los buenos días o buenas tardes de manera formal, cuando nos presentan a alguien, atendemos una llamada de teléfono, llegamos a un sitio nuevo, nos dirigimos a una persona…

Pedir las cosas “por favor”. Pedir las cosas “por favor” no solo es una manera cortés de solicitar algo, sino que ayuda a conectar con la otra persona, y le expresa respeto, consideración y reconocimiento por su esfuerzo.

Dar las gracias. Dar las gracias implica reconocer la bondad, la predisposición o la actuación de una persona. Se trata de una palabra sencilla, pero cuyo potente significado nos acerca a los demás y genera emociones positivas, tanto en el otro como en nosotros mismos. Igualmente, es bueno enseñar a los niños a valorar y agradecer lo que tienen,  así como a reconocer que las cosas no se consiguen por arte de magia, sino que implican esfuerzo, trabajo y constancia.

Disculparse. Pedir perdón cuando hemos cometido un error, o cuando las consecuencias de nuestros actos afectan a otros física o emocionalmente, nos ayuda a crecer y mejorar como personas. Pero al igual que debemos enseñar a los niños a disculparse, también es bueno enseñarles a aceptar el perdón de los demás y no guardar rencor en nuestro corazón.

No gritar cuando habla. Es muy habitual que los niños griten, no solo a la hora de expresar sus emociones, sino como una forma de hacerse notar o incluso cuando hablan y se relacionan con los demás. Sin embargo, esta forma de comunicarse resulta especialmente molesta, por lo que es importante enseñar a los niños a hablar en un tono de voz calmado y relajado,  evitando subir el volumen de voz.

Esperar el turno para hablar. Interrumpir las conversaciones es un comportamiento muy normal en los niños. Su naturaleza impulsiva y espontánea, su sentido de la inmediatez (cuando tienen algo que contarnos quieren hacerlo ya) y su falta de adquisición de las normas sociales, hace que no sean capaces de entender que lo que están haciendo no es correcto. Por eso, entre las normas básicas que debemos enseñarles en lo relativo a este aspecto, destacan las siguientes:

·        Escuchar a los demás cuando están hablando y no cortar ni interrumpir su discurso.

·        Mirar a los ojos al interlocutor y poner toda nuestra atención en lo que nos está contando.

·        Responderle cuando corresponda.

No olvidemos que aprender las normas sociales implica tiempo y madurez. El aprendizaje del niño es un proceso evolutivo que requiere de nuestro acompañamiento respetuoso.

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¿Qué tipo de juegos son los mejores para los niños?

El juego debería ser socialmente interactivo. Este tipo de juego permite a los niños comunicar ideas y entender a los demás mediante la interacción social, sentando las bases para construir un conocimiento más profundo y unas relaciones más sólidas.

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No se basa necesariamente en juguetes: Ellos tienen la capacidad de crear con lo que los rodea, no necesitan un juguete para dejar volar su imaginación. Este tipo de juegos fomentan la creatividad, encontrando soluciones a problemas, los ayuda a asumir su propia vida de la mejor manera, les permite interactuar con el mundo que les rodea, ejercita la atención, la concentración y la memoria, además es una excelente herramienta para afianzar vínculos y es otra forma de aprendizaje. El juego necesita de un tiempo: los niños deben jugar a diario, necesitan que nosotros les facilitemos ese tiempo cada día.

Cómo fomentar el juego positivo en los niños

A continuación, compartimos consejos para los adultos, padres y cuidadores que harán que fomentemos esta importante actividad en el desarrollo integral de nuestros niños:

1.   Lean cuentos, pero déjalo inventar el final.

2.   Practiquen actividades artísticas: Dibujar, cantar, bailar.

3.   Hacerles preguntas fuera de lo común.

4.   Fomentar su curiosidad. Establecer un espacio para la creatividad, disponer de un lugar físico, aunque también está en nuestra creatividad crearlos, tener diferentes elementos que ellos puedan utilizar para crear y divertirse. 

5.   Dejar que se equivoquen, que cometan errores, esto va a apoyar valores potentes como la autoconfianza y la resiliencia. 

6.   Jugar y crear con ellos, cuando ellos nos inviten a jugar disfrutemos de esos momentos, dejemos de lado de pronto el cansancio, esto además nos relaja y nos da vida. 

7.   Descubrir que les gusta y de acuerdo con eso incentivar la creatividad, la invitación es que conozcamos a nuestros niños, sus talentos y virtudes. 

8.   Escucharlos, es decir fomentar la libertad de expresión.

9.   Promover que sean curiosos e investiguen.

10.  De nuestra parte amor, tiempo y disposición siempre.

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FAMILIA

Resiliencia de padres: La unión hace la fuerza.

La resiliencia familiar es una herramienta muy importante para la salud de todos. Esta mantiene la seguridad, la adaptación y la superación de las dificultades. De ese modo, nos ayuda a alcanzar el éxito desde una mirada positiva.

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Podemos decir que la resiliencia está basada en la esperanza, el optimismo, la motivación, el bienestar y las capacidades para afrontar situaciones difíciles. No todas las familias son capaces de hacer frente a las adversidades de una forma positiva, sino que solo las resilientes consiguen hacerlo. En este artículo, te contamos más sobre este tema.

¿Qué es la resiliencia familiar?

La resiliencia es la capacidad que tenemos las personas de hacer frente a las situaciones difíciles, pero sin dejar de ser felices. La podemos comparar con un trozo de plastilina que, aunque reciba impactos, se modela y coge otras formas, pero siempre es la misma. Además, para entender esta capacidad, no solo nos tenemos que centrar en la persona, sino también en su entorno social y familiar.

Resiliencia familiar. La resiliencia familiar puede definirse como el conjunto de comportamientos y los procesos de superación y adaptación con los que cuenta la familia como unidad funcional. En definitiva, es un instrumento muy importante para la salud. Además, gracias a ella saldremos fortalecidos y transformados de las crisis a las que nos enfrentemos. La resiliencia familiar depende mucho del contexto cultural y familiar, el nivel de desarrollo y los recursos con los que cuente la familia. También, de una visión compartida del problema. La familia es nuestro apoyo en las adversidades, por lo que si contamos con su colaboración, conseguiremos superar con un mayor éxito las dificultades. Además, su apoyo y compañía nos aporta seguridad y aumenta nuestra capacidad de respuesta al dolor.

Resiliencia familiar, la unión hace la fuerza. La resiliencia familiar nos deja claro que no estamos solos en el mundo. Sabemos que contamos con el apoyo de nuestra familia, que también forma parte de quienes somos. Esta forma parte de la identidad y de la capacidad que tenemos para ser felices. Así, la familia a la que pertenecemos puede ser nuestro motivo de alegría, pero también todo lo contrario. Por ejemplo, una familia desestructurada, supone la vulnerabilidad de todos los miembros de ese hogar.

Por todo esto, es clave mantener a la familia unida para que todos sus miembros se ayuden y colaboren para superar las adversidades que se presenten. De esa manera, habrá un mejor funcionamiento y las relaciones entre sus componentes serán sanas. Michael Delage (2010) explica cuáles son las capacidades principales para la construcción de la resiliencia familiar:

·        La capacidad de protección mutua.

·        La gestión óptima de las emociones.

·        La comunicación entre todos los miembros.

·        Las formas de interacción, los recursos y las competencias de todos frente a las adversidades o crisis.

·        La mentalización personal y grupal.

La esencia de una familia resiliente es permitir que cada integrante se adapte a los demás y nadie deje por el camino a los más frágiles. Todos deben estar preparados para cubrir las necesidades de los otros cuando sea necesario.

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