1. Agresividad, el reto de lidiar con una generación que “no atiende a las palabras”.
Cada vez más padres acuden a las consultas de Psicología en busca de una solución para la agresividad que generan o enfrentan sus hijos. Por lo general, es un comportamiento rebelde y manipulador, que comienza con agresividad ante situaciones puntuales y evoluciona a un trastorno desafiante, problema que afecta a cerca del 16% de los menores de 18 años.
2. Descubrir la sexualidad. Usualmente a partir de los 10 o 12 años, en el que los niños empiezan a interesarse por su sexualidad y quieren conocer cómo funciona su cuerpo. Es una etapa completamente normal y fundamental para su desarrollo, el problema surge cuando, debido a la falta de madurez y la presión grupal, los niños se adentran en experiencias para las cuales no están preparados. Es importante educar a los niños en todo lo referente a su sexualidad, mostrarnos abiertos a responder todas sus preguntas y estar lo suficientemente cercanos para hablar sobre sus inquietudes.
3. Bullying o ciberacoso en las redes sociales. Un problema particularmente presente en estas etapas, que cada vez afecta más a los niños tanto en la vida real como en las redes sociales. Se estima que uno de cada cinco niños y adolescentes de entre 6 y 17 años ha estado involucrado en una situación de este tipo, ya sea como agresor o víctima, asimismo, se conoce que solo tres de cada diez casos han recibido el apoyo y ayuda del colegio.
4. Presión social para el uso de “nuevas experiencias”. El uso de sustancias, bebidas o cigarrillos son “la clave para desinhibirse e integrarse al grupo”, ha cobrado mucha fuerza en los últimos años debido a la mayor accesibilidad de este producto para los niños y jóvenes, algo que sin dudas representa repercusiones tanto desde el punto de vista emocional como físico, que no solo puede afectar el desarrollo psicológico de los niños a largo plazo sino también su forma de relacionarse con quienes les rodean y la manera en la que se perciben a sí mismos.
5. La adicción de las nuevas generaciones a la tecnología. Un problema que a veces puede evolucionar en una condición más compleja, con los consecuentes riesgos para el desarrollo emocional, cognitivo y social de los niños desde el uso compulsivo del teléfono móvil y la ansiedad que genera estar desconectado hasta el síndrome FOMO o la adicción a los videojuegos. Intervenir ante nuestros hijos, y enfrentar este desafío juntos, posibilitará que los niños terminen convirtiéndose en jóvenes que viven abstraídos de su realidad, con una riqueza interior muy limitada y con grandes problemas para relacionarse.