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Estos trucos científicos ayudarán a estar calentitos este invierno aunque no tengas calefacción.

La clave está en la termorregulación. Teniendo esto en cuenta, hay un puñado reglas y trucos que nos pueden ayudar a controlar mejor el frío.

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Llega el frío y la primera medida que a todos nos viene a la cabeza para mantener la casa caliente y no estar temblando mientras comemos o estamos en el sofá, es tirar de un buen sistema de calefacción. Bien, sea usando gas, electricidad o placas solares, optando por la calefacción tradicional o sistemas como la aerotermia, todo está enfocado a mantener una agradable temperatura en casa. Sin embargo, y frente a todos estos sistemas que suponen un gasto mensual importante, la ciencia responde con algunos métodos que nos permiten mantener el calor corporal de una forma sencilla, ecológica y además económica, pues no supone gasto alguno.

¿Cómo funciona la termorregulación? En general, todos estos sistemas de regulación de temperatura están relacionados con el hipolátamo. Ese es la estructura que se encarga de comprobar que el cuerpo se está enfriando (o calentándose) y regular los procesos que intervienen para mantener la homeostasis. Su objetivo principal, con todo, es asegurar el buen estado de los órganos centrales. Por ello, cuando el hipotálamo detecta una caída de temperatura basal, los vasos sanguíneos que irrigan la piel se hacen más pequeños y el flujo de sangre se redirige hacia el tronco. Esa caída de temperatura no está relacionada del todo con la percepción del frío: esta sensación está mediada por muchas cosas y no siempre está vinculada con la temperatura interior del cuerpo. El ejemplo más claro son las mujeres que suelen sentir más frío porque, aunque suelen tener más grasa subcutánea que los hombres, esa misma capa dificulta la irrigación de la piel. Es decir, sienten más frío, sí; pero eso no afecta a su temperatura interior que está bien resguardado.

Trucos para mantenernos calientes. Teniendo esto en cuenta, hay un puñado reglas y trucos que nos pueden ayudar a controlar mejor el frío:

Capas, muchas capas: Vestirnos con muchas capas finas nos ayuda a generar una capa de aire caliente que hace de capa de transición y nos ‘aísla’ del frío. La piloerección (“la piel de gallina”) es un mecanismo natural que intenta hacer algo similar. Eso sí, hay que evitar el viento: vestirnos con muchas capas y rematarlas con una aislante que impida el “efecto tuareng” (y perdamos aún más calor).

Taparnos la cabeza: Contra la idea popular, las estimaciones más precisas, el lugar por donde más calor perdemos no es la cabeza. Es decir, a nivel térmico, protegerse la cabeza no es tan importante como podría parecer. Sin embargo, la temperatura de la cabeza parece tener un papel importante en si tiritamos o no. Y tiritar es un mecanismo especialmente potente a la hora de entrar en calor (hasta tal punto que, como los bebés no pueden hacerlo, necesitan grasa marrón – el mismo tipo que usan los animales que invernan – para mantener la temperatura)

Hacer cosas: Ejercicio, actividad física. Todos los procesos relacionados con este tipo de actividad acaban generando calor. Es cierto, como explica Katherine Latham, que no conviene pasarnos porque podemos activar los mecanismos fisiológicos para evitar el calor excesivo y el saldo final puede llegar a ser positivo. No obstante, movernos un poco nunca es mala idea.

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