Familia

“A los adolescentes, la vida real les parece lenta”: hablamos con Diana Jiménez sobre cómo afecta la crianza en la era de la inmediatez.

Sin darnos cuenta, vamos trasladando este “mundo de prisas” a nuestros hijos desde que son pequeños, aunque quizá los padres no seamos conscientes de este problema hasta que llegan a la adolescencia.

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Los adultos vivimos en un mundo de prisas. La vorágine del día a día, las responsabilidades y los imprevistos que siempre surgen nos acaban engullendo de forma atronadora, obligándonos a activar el ‘piloto automático’ desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos. Y así, día tras día sentimos que el tiempo se nos escapa entre los dedos sin ser apenas conscientes de ello.

Quizá, uno de los grandes problemas de vivir deprisa es que trasladamos esa “inmediatez” a nuestros hijos. No en vano, según afirma Diana C. Jiménez, psicóloga, educadora en Disciplina Positiva y creadora de Infancia en Positivo y Adolescencia en Positivo, “muchos padres se quejan de que sus hijos lo quieren todo y lo quiere ya”.

“Vivimos instalados en la prisa y en una sociedad que solo valora el resultado final de la tarea, perdiendo de vista el proceso de ejecución de la misma. La era de la inmediatez nos hace esclavos del tiempo. Quizá pensábamos que esa rapidez nos iba a permitir hacer más cosas, pero bajo este “autoengaño” estamos viviendo la vida sin saborearla realmente” – expone Diana Jiménez.

“Los adultos entendemos qué significa esperar y sabemos que a veces la espera es necesaria. Pero para los niños es muy difícil entender y gestionar la espera; no solo porque su cerebro se está desarrollando y adquiriendo nuevos conceptos, sino porque a diario observan que prácticamente todo puede obtenerse al momento”


¿Qué podemos hacer los padres para evitar que nuestros hijos sean engullidos por la “era de la inmediatez”?
 
Para la experta, educar a nuestros hijos en responsabilidad, valores y compromiso resulta cada día más difícil. Por eso es importante reflexionar y ser conscientes de las interferencias cotidianas que afectan a nuestra relación con los hijos  y nos separan de ellos, así como procurar llevar a cabo una crianza basada en el respeto a sus ritmos y necesidades. Para ello, nuestro ejemplo y la forma en la que nos tomamos la vida es fundamental.

Por otro lado, Diana incide en la importancia de mantener a los hijos alejados de las pantallas y las redes sociales el mayor tiempo posible, y evitar caer en el clásico “he tenido que darle un móvil porque todos sus amigos ya tenían y él era el único”.

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