Familia

Adolescencia e inseguridades: cuáles son y como ayudar a superarlas.

Todas las familias llegan a la adolescencia de sus hijos con miedo y preocupación ante una etapa que se presenta como la de mayores conflictos dentro de la crianza. Se trata de un momento de muchos cambios que provoca muchas inseguridades en los adolescentes.

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Sin embargo, debemos saber que no siempre tiene por qué ser así, y que entendiendo muchas de las cuestiones que se dan en su desarrollo, del porqué de esos cambios, y encontrando las mejores herramientas para acompañarlos, no tiene por qué ser una etapa perdida en la vida de nuestros hijos, y sobre todo en nuestro vínculo. Las inseguridades son pequeñas heridas en la autoestima que hacen que nos cueste dar ciertos pasos, mostrarnos tal y cómo somos, lanzamos a probar cosas nuevas o simplemente, hacer determinadas cosas. Pueden ser complejos físicos, inseguridades a la hora de hablar en público, a la hora de ser uno mismo, inseguridades que tienen que ver con la forma de ser o con la inteligencia, etc.

Todos tenemos inseguridades en ciertos aspectos y/o en algún momento de nuestra vida, y es algo totalmente normal. Sin embargo, en la etapa de la adolescencia, por sus particularidades (la presión del grupo, la “necesidad de encajar”, la personalidad aún construyendose, etc.) esto puede ser más habitual aún.

Inseguridad en la imagen corporal: los complejos. Un complejo físico es una sensación de malestar y angustia asociada a una percepción negativa sobre el propio cuerpo, o alguna parte del mismo. Muchas veces, aunque no siempre, nace fruto de una distorsión en la imagen corporal. Esa distorsión puede tener su origen en el hecho de haber sufrido comentarios negativos sobre esa parte del cuerpo, como en el caso del bullying. En la adolescencia encontramos una inseguridad física asociada a un nuevo cuerpo o bien a algún tipo de complejo, como, por ejemplo: el peso o la altura (ser muy alto o muy bajo), el hecho de usar gafas o brackets, el color de la piel (fruto del racismo sufrido), la forma de alguna parte del cuerpo (por ejemplo, la nariz), el acné en la adolescencia, etc.

Inseguridad a la hora de interactuar. La inseguridad también puede manifestarse en el terreno social, a través de conductas de evitación y/o angustia por tener que “exponerse” socialmente. En este caso el adolescente siente angustia y malestar ante la idea de exponerse públicamente, ya sea en una exposición oral, en una fiesta, en una conversación informal, a la hora de conocer gente nueva, etc. Esto puede acentuarse cuando la persona es, además, tímida. Y esa inseguridad, a su vez, entraña otros miedos o inseguridades, como: miedo a mostrarse como uno es, miedo a hacer el ridículo o a sentirse rechazado, miedo a decir alguna tontería (o sensación de que lo que se va a decir, no importa a nadie), etc. O incluso, inseguridad derivada de un complejo físico.

Inseguridad a la hora de ser uno mismo. Tiene mucho que ver con su identidad, que aún no está definida, y con su necesidad de ser aceptados por el grupo (la presión grupal y el deseo de pertenecer). Y a su vez, también puede estar alimentado por las inseguridades físicas ya mencionadas. La inseguridad a la hora de ser uno mismo puede manifestarse por ejemplo a la hora de vestir; no saber cómo vestirse, vestirse de forma extrema o muy cambiante (buscando su propio estilo), en otras conductas como la forma de hablar, o incluso llegando a desarrollar conductas dañinas como fumar o beber solo por el hecho de encajar y no sentirse “diferente” al grupo.

Cómo ayudar a nuestro hijo a superar las inseguridades. Se trata más bien de acompañarlos, validando lo que sienten y poniéndonos en su piel. Seguramente, a su edad también nos sentíamos así. Y, por otro lado, no debemos forzarles a la hora de “superarlas”, sino más bien entenderles y estar a su lado. Algunas ideas para acompañar a nuestro hijo son:

Fomenta su confianza en tí para que pueda hablar del tema.

Pregúntale qué le preocupa, que no se convierta en un tema tabú.

Valida lo que siente pero a su vez, ayúdale a relativizar lo que le sucede. 

Ayúdale a ver todo aquello que se le da bien, sus fortalezas y aquellas cosas que sí le gustan de sí mismo.

Habla con él de sus cualidades para que se dé cuenta de que, a pesar de tener inseguridades, puede seguir haciendo cosas y sentirse bien.

Ayúdale a encontrar unos valores que puedan guiar su conducta más allá de esas inseguridades.

Pide ayuda profesional si crees que tu hijo necesita un psicólogo especializado.

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