Son poco delimitadas las barreras entre el bullying y el acoso en las escuelas, incluso en nuestras comunidades o centros de mayor interacción; los apodos son aquellos sobrenombres que se utilizan para referirse a otros centrándose en alguna característica en particular, aunque mayormente no aparecen con ninguna intención ofensiva, a veces, acaban molestando o llegando a ser degradantes. Cuando se utilizan los apodos para referirse a otros de forma agresiva, y se hace manera continua, puede considerarse que este tipo de conducta es acoso escolar, por eso los padres y profesores debemos identificar cuándo los apodos en los niños se convierten en bullying. Muchas veces este comportamiento no obedece a ninguna motivación específica del acosador hacia el acosado, pero lo cierto es que da lugar a consecuencias negativas y, en ocasiones, desmedidas debido al efecto creciente que se produce si no se interviene oportunamente; entre los principales están: Baja autoestima, fracaso escolar, aparición de fobias, depresión, actitud pasiva y cambios constantes en el estado de ánimo, pesadillas, terrores nocturnos, etc.
¿Qué podemos hacer ante esta situación?
Es importante que exista un ambiente positivo que tenga que ver con la comunicación de emociones, es decir, que se favorezca la escucha activa, asertiva y la empatía para poder establecer una base sólida de comunicación que permita enfrentar los conflictos que se puedan dar. Mostrar respeto hacia los demás, y exigir lo mismo de vuelta, marcar límites con sus iguales, aprender a manejar emociones para que se dé una buena convivencia con los demás, y trabajar en mantener una correcta autoestima, saber que no se es ni mejor, ni peor que el resto.
