Familia

Educación digital: cómo formar a los menores para que se cuestionen las cosas

La competencia digital implica el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información para el trabajo, el ocio y la comunicación.

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Vivimos en una sociedad tecnológica e hiperconectada en la que todos nos hemos convertido en prosumidores. Consumimos y creamos contenido que se vierte en la red y que es visualizado y compartido a tiempo real. Es clave la educación digital.

Educación digital y competencias

La competencia digital implica el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información para el trabajo, el ocio y la comunicación. Se sustenta en las competencias básicas en materia de TIC: el uso de ordenadores para obtener, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y comunicarse y participar en redes de colaboración a través de Internet. Porque tener tecnología no implica saber de tecnología, y ahí radica el problema: en la educación.

Para poder explicar a nuestros hijos o alumnado por qué es fundamental tener contraseñas robustas en todos los dispositivos y verificación en dos pasos (aunque ni con esto muchas veces nos libramos) con el fin de poder evitar cualquier ataque de malware –software malicioso– es necesario tener unos conocimientos mínimos de informática y programación, saber qué ocurre y cómo funcionan. Solo así podremos explicarles la importancia de proteger la privacidad de sus datos e información personal en internet y de hacer un uso seguro de los dispositivos digitales. La comunicación es un modo de intercambio de información entre un emisor y un receptor en el cual el primero transmite el mensaje y el segundo interpreta y produce una respuesta, de ser necesario. La importancia de la comunicación radica en establecer vínculos entre las personas, que les permitan transmitir una información o sentimientos, lograr un entendimiento, generar una acción, entre otros. De ahí que existan diversos canales, tanto analógicos como online, que nos permiten estar informados de manera constante.

Por otro lado, tenemos sesgos. Todos los medios, cuentas, perfiles o influencers crean información sesgada. Si siempre leemos las mismas fuentes, escuchamos y seguimos a los mismos perfiles no necesitaremos contrastar la información, ya que estamos predispuestos previamente a creerla como verdadera. Por ello, lo enriquecedor es nutrirse de aquellas fuentes y medios de los que somos afines y de los que no, solo así tendremos la capacidad de discernir, de reflexionar y de ver las equidistantes formas de presentar una misma realidad con datos (quién diría aquello de “no hay nada más falso que una estadística”). Luego ya, con cuál queramos quedarnos es opción nuestra. Lo mismo ocurre con los bulos y la desinformación. ¿Hasta qué punto somos capaces de detectar los adultos las fake news en las redes sociales o canales de mensajería?

Cómo ayudarles a buscar información y crear contenidos

Fuentes. Es recomendable que los adolescentes y jóvenes se informen a través de redes sociales, pero deben seguir cuentas o perfiles de medios de comunicación oficiales, periodistas o referentes en diferentes sectores.

Contrastar. Deben buscar más información que esa noticia, meme o pantallazo que les envíen a través a canales sociales o de mensajería instantánea. Que contrasten las fuentes.

Verificar. Acudir a factcheckers para comprobar si esa noticia o vídeo en concreto ya ha sido desmentido antes de compartirlo en sus perfiles o grupos de amigos.

Pero para llegar a este punto es necesaria una estrategia. Formar y educar desde edades tempranas no solo en la adquisición de competencias digitales, sino también en la competencia crítica, que va más allá del mero sentimiento o pensamiento. Aprender a debatir, argumentar o reflexionar sobre un tema son tácticas que se deberían implementar de manera transversal en el aula para despertar en el alumnado el hábito de cuestionarse las cosas que ven, escuchan y leen. Crear un ambiente de diálogo y escucha activa en casa favorecerá las conversaciones y el debate con nuestros hijos. No tengamos miedo a perder la autoridad o el respeto. Enseñémosles a expresar sus ideas con libertad y de esta forma estaremos formando a futuros adultos empáticos, asertivos, críticos y libres.

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