Un niño necesita experimentar cosas y actitudes nuevas cada día porque está construyendo su personalidad y está descubriendo cuáles son sus límites (incluso los físicos). Por eso muchas veces nos encontramos con momentos de terquedad: el niño se empeña en que quiere hacer algo porque lo siente como una necesidad vital. Si no puede coger un trozo de comida con el tenedor y tú lo pinchas por él, es normal que lo quite y lo intente nuevamente él solo (a veces hasta con un enfado de por medio). Si lo hace, alégrate: el que se mantenga firme en una idea es una actitud que puede resultar muy beneficiosa a largo plazo, especialmente a la hora de negociar.
¿Cómo debemos actuar los padres?
Huye del “no”: una de las palabras que más pronunciamos los padres cuando tenemos un niño que empieza a empieza a ser independiente es el no: “no cojas eso”, “no te subas ahí”, “no saques más juguetes”, “eso no se hace”… y así todo el día. Claro que lo pronunciaremos y claro que es necesario en algunos momentos, pero intenta de forma consciente no recurrir de forma tan frecuente a ella.
Acepta que las tareas irán más lentas: recalcula los tiempos, olvídate de las prisas, y motiva al niño para que siga descubriendo todo lo que es capaz de hacer.
Establece rutinas: cuando el niño sabe qué paso viene después de lo que está haciendo (por ejemplo, después de jugar, recoger, o después de cenar, lavarse los dientes), facilitarás que surja la iniciativa en él y tendrá el camino más allanado para que continúe haciendo las cosas solito.
Déjales elegir: permíteles elegir e incluso ponles en situaciones donde deban hacerlo (“quieres manzana o plátano para merendar”, “quieres pintar con los rotuladores o con las temperas”). Además de fomentar su autonomía, estarás reforzando su autoestima al sentir que respetas sus decisión.
Aplaude sus logros: cada cosa que logra el niño por sí solo, es un gran triunfo para él, así que empezarás a escuchar con mucha frecuencia el “mira, mamá”. Celebra cada cosa que consigue porque así les motivaremos para que continúen avanzando.
Involucra al niño en tareas: aunque no me refiero exclusivamente a las tareas del hogar, sí que es verdad que cuanto más pronto empecemos a involucrarles en esta actividad, más fácil incorporarán en su mente el hecho de que todos en casa tenemos responsabilidades (cuando puedan comprenderlo). Un niño de 3 años puede llevar un vaso de plástico a la cocina, recoger sus juguetes o introducir su ropa sucia dentro del cesto.
Facilita el juego libre: A esta edad deciden perfectamente con qué quieren jugar en cada momento, así que habilitar un espacio en el que puedan acceder fácilmente a sus juguetes y a sus libros les traerá muchos beneficios.