Familia

Por qué no debemos restar importancia a la caída del niño, aunque no se haya hecho daño.

Por lo general, cuando la caída del niño no ha sido grave ni le ha causado ningún daño físico, a los adultos nos cuesta comprender el motivo de su llanto, y por eso tendemos a restar importancia a lo que siente. Pero el hecho de que una caída no provoque daño físico en el niño, ¿justifica restar importancia a sus sentimientos? ¿Qué piensa y siente realmente el niño que reclama nuestra atención tras caerse al suelo?

Published

on

¡Venga, levántate que no ha sido nada!”, “¡Arriba!, no seas teatrero”, “¡No ha pasado nada, ¡ponte de pie!”… Estas son solo algunas de las frases que los padres utilizamos a menudo cuando los peques se caen al suelo, con el fin de restar importancia a lo ocurrido.
 
Decirle al niño que “no ha pasado nada”, simplemente porque sabemos que la caída no le ha causado un daño físico, es restar importancia a lo que está sintiendo en esos momentos; es decir, invalidar sus emociones. Y es que, como hemos comentado en otras muchas ocasiones, es necesario que los padres o adultos de referencia sepamos ver que más allá del simple llanto, existe una necesidad que nuestro hijo está queriendo transmitir.

Evidentemente, no se trata de hacer un drama de la situación, pues si los padres nos ponemos nerviosos, tristes, corremos desesperados en su auxilio o enfatizamos lo sucedido, no estaremos dando a nuestro hijo la serenidad y apoyo que en ese momento necesita para superar ese obstáculo. Por eso es importante que encontremos el término medio para ofrecer consuelo, sostén emocional y aliento. Cambiemos el “no ha sido nada, ¡ponte de pie!” por un “veo que te has caído, ¿te has hecho daño? “, “¿cómo te sientes?”, “¿qué necesitas?”, “¿en qué puedo ayudarte?”, “¿lloras porque te da rabia haber resbalado? Si es así, ¿te parece que lo intentemos otra vez?”

Si detectamos que el llanto del niño se debe a una cuestión de frustración o vergüenza, le ayudará que empaticemos con sus sentimientos compartiendo alguna vivencia similar que hayamos tenido. Por ejemplo: “Yo también me tropecé un día en el momento menos indicado y me sentí fatal. Entiendo por lo que estás pasando. A mí me ayudó en aquel momento…”. En definitiva, nuestras palabras y nuestra actitud ante estas situaciones pueden ayudar a que nuestro hijo se sienta querido, valorado en sus sentimientos y tenido en cuenta.

Asimismo, comprenderá que no solo es importante lo que nos suceda a nivel físico, sino también emocional. De este modo, estaremos transmitiendo la idea de que sentimientos como la rabia, el enfado o la frustración no son “malos” ni tenemos por qué esconderlos o acallarlos, sino todo lo contrario; son emociones como cualquier otra y es necesario reconocerlas, hablar de ellas con naturalidad y aprender a gestionarlas.

Es normal que en algún momento digamos este tipo de frases ante una caída “tonta” o sin importancia. Pero aunque seguramente lo hagamos con la mejor de nuestras intenciones, no está de más recapacitar sobre ello y darle la vuelta a nuestro mensaje para que además de reconfortar a nuestro hijo, le estemos ayudando a trabajar la empatía y la gestión emocional.

Click to comment

Más Vistos

Exit mobile version