Familia

Ser niño en un mundo de prisas: ¿por qué los adultos deberíamos bajar nuestro ritmo y respetar el de nuestros hijos?

Cuando metemos prisa a los niños nos “desconectamos” de ellos, pues dejamos de respetar sus ritmos y esa cualidad tan maravillosa y propia de la infancia de vivir plenamente el momento actual.

Published

on

Los adultos vivimos en un mundo de prisas. La vorágine del día a día, las responsabilidades en las distintas parcelas de nuestra vida y los imprevistos que siempre surgen nos acaban engullendo de forma atronadora, obligándonos a activar el ‘piloto automático’ desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos. Y así, día tras día sentimos que el tiempo se nos escapa entre los dedos sin ser apenas conscientes de ello, y con la frustración de no poder abarcar tanto como desearíamos. Pero el problema surge cuando trasladamos esas prisas y esa vida acelerada a nuestros hijos.

¡Que te des prisa, ¿pero es que no me oyes?!”, “¿No entiendes que si no aceleras vamos a llegar tarde?” ¿Alguna vez tuviste la sensación de que tu hijo no escucha cuándo le estás pidiendo que haga algo enseguida? Apuesto a que más de una vez, y además te sentiste realmente frustrado. Y es que cuando vamos a contrarreloj, pero tu hijo no lleva el mismo ritmo que tú, es normal tener esa sensación de impotencia. Pero ni mucho menos es así. Los niños no hacen las cosas para fastidiarnos ni para que lleguemos tarde a nuestra cita con el médico. Lo que ocurre es que su concepto de tiempo es muy diferente al nuestro.

Los niños pequeños viven en el presente. No se plantean el futuro y tampoco tienen conciencia de haber vivido un tiempo pasado. Por eso, para ellos es tan difícil entender cómo transcurre el tiempo. No es hasta los seis o siete años cuando comienzan a aprender a leer y comprender las horas  y el paso de los meses en el calendario, pero hasta entonces, el concepto ‘tiempo’ es algo sumamente complejo para ellos. Pero es que además, no nos damos cuenta de que a veces exigimos a nuestros hijos una serie de habilidades que todavía no han desarrollado  o que están adquiriendo.

Es decir, no podemos pedir a un niño que se de prisa en ponerse las zapatillas, cuando quizá todavía tiene dificultades para abrocharse bien los cordones, o que acelere el paso, cuando sus piernecitas son mucho más cortas que las nuestras. Por eso, siempre deberíamos preguntarnos: ¿estoy esperando lo adecuado para su edad, o estoy esperando que hagan más de los que sus capacidades les permiten?

Cuando metemos prisa a los niños nos “desconectamos” de ellos, pues dejamos de respetar sus ritmos y esa cualidad tan maravillosa y propia de la infancia de vivir plenamente el momento actual.

Y, por último, no podemos olvidar la importancia de nuestro ejemplo. ¿Queremos que nuestros hijos sean pacientes y respetuosos con los demás? ¿Nos gustaría que hicieran las cosas poniendo toda su atención en lo que hacen? Si la respuesta es sí, la forma en la que actuemos con ellos será fundamental.

Click to comment

Más Vistos

Exit mobile version