Muchas veces recriminamos en los adolescentes el uso excesivo de la tecnología móvil, sin embargo en ocasiones no nos percatamos que no hacen más que imitar aquello que han visto en casa. Llamamos a nuestros niños y adolescentes nativos digitales, porque dominan las nuevas tecnologías y su lenguaje en muy poco tiempo, aunque lo cierto es que esa habilidad no sería posible si no tuvieran acceso a dichas herramientas y si el entorno familiar-doméstico no formara parte de lo que se denomina como “familias hiperconectadas”.
Las nuevas generaciones tienen como primeros modelos a imitar a sus propios padres, de hecho, basta con ver cómo muchos progenitores caminan de la mano de sus hijos mientras miran sus móviles o cómo en los parques, mientras los pequeños juegan en los columpios, los padres se entretienen con sus dispositivos. No se puede educar en el buen uso de las tecnologías, si nosotros mismos no hacemos una utilización saludable de las mismas.
En la actualidad, el teléfono móvil acompaña la crianza de muchos niños, ya desde bebés es el elemento que les entretiene, aun en brazos de sus padres, porque llegan a un mundo donde la tecnología ya está integrada y la asimilan casi desde el nacimiento. Lo cierto es que los padres ni siquiera son conscientes de esto último, y no perciben en determinadas ocasiones, que ellos son quienes dan forma a las familias hiperconectadas y adictas al móvil
Las familias hiperconectadas existen y son cada vez más frecuentes, viven en entornos en los que las nuevas generaciones y sus predecesoras están supeditados por completo a sus dispositivos y muestran las siguientes pautas: Intercomunicación limitada y cuando sucede es superficial, falta de confianza, y ausencia de actividades en conjunto las que pudieran crear conexiones enriquecedoras entre los diferentes miembros. Dar el ejemplo como padres, favorecer entornos agradables, y delimitar los espacios y oportunidades para el uso de la tecnología, es el primer paso para combatir una epidemia silenciosa: “familias hiperconectadas”.
