Expresiones como “Cada persona”, o “Cada familia” es un mundo aparte”, parecen cada día tener menos sentido; a pesar de las diferencias e individualidades de cada integrante de la familia, debe ser propósito de todos crear y reforzar vínculos creados en el respeto y el afecto para disfrutar una convivencia positiva. La educación comienza por casa, si bien las instituciones educativas colaboran con este propósito, es nuestra responsabilidad fomentar conscientemente una convivencia basada en el respeto, transmitir a nuestros hijos, en medio de campañas consumistas o emancipadoras para los jóvenes, los valores correctos de la convivencia familiar, les permitirán transitar por la vida de la mejor forma posible.
Establecer límites, es nuestra tarea como padres.
Somos responsables de poner límites, eso les beneficiará en el futuro, cada miembro debe ser conscientes de sus derechos y obligaciones, a medida que las responsabilidades van en aumento se obtienen mayores beneficios de cada logro alcanzado. Una comunicación abierta y clara es la base del respeto, los niños deben aprender a hablar sin insultar y respetar a todos los integrantes de la familia para que la convivencia sea próspera.
Tanto los padres como los hijos deben dedicar un momento del día para estar con la familia, si bien, muchas veces los horarios de todos son variados, es importante tratar de encontrar un momento para estar juntos, hablar y compartir las experiencias del día. Evitar la sobreprotección de nuestros hijos, la justificación, saber delegar funciones según la edad de cada uno de ellos y entregarles el afecto necesario, podrá hacer que casa y cada uno de sus integrantes sigan adelante construyendo su propia identidad, como miembros de “un mismo mundo”.
