Daniela García, autora del libro “Elegí vivir”, nos cuenta cómo se sobrepuso a un trauma causado por un terrible accidente. A pesar de caminar hoy con alguna dificultad avanza confiada por los pasillos del Instituto de Rehabilitación Infantil, en Santiago de Chile, y no le molesta que sus jóvenes pacientes, la miren fijamente con curiosidad. Sabe que su condición puede alentarles para que ellos también deban encontrar su propio valor y resistencia, a medida que sus vidas continúan. “No me importa que me pregunten, ¿por qué rengueo, por qué tengo ganchos en vez de manos?, me gusta, crea un vínculo entre nosotros”, dice la joven de 27 años.
Educada en el seno de una familia de la clase alta y culta de Chile, excelente estudiante de la Facultad de Medicina de la PUC, a los 22 años Daniela sufrió un inesperado accidente a bordo de un tren en el que viajaba y de pronto sintió que caía al vacío. No sentía dolor, pero tenía una lastimadura pequeña y profunda sobre el ojo izquierdo; moví la mano izquierda para retirar el pelo de los ojos. No pasó nada. Lo intentó de nuevo, y nada. Desconcertada, levanté la cabeza y vi que no estaba la mano izquierda, luego miré al otro brazo y el horror aumentó, supe que estaban cercenados la mano y el antebrazo derechos. Las heridas abiertas sangraban intensamente y una oleada de dolor traspasó todo el cuerpo.
Daniela quedó con las cuatro extremidades afectadas, a pesar de las lesiones masivas y el dolor, logró levantar la espalda y separarse de las vías dándose vuelta. Sin embargo, ya no pudo moverse más. Los Servicios de Emergencia de Rancagua enviaron una ambulancia en 4 minutos. los paramédicos no abrigabas muchas esperanzas pero a pesar de haber perdido una enorme cantidad de sangre, Daniela permanecía lúcida. El equipo trabajó con celeridad, detuvieron las hemorragias en cada miembro y la subieron a la ambulancia para llegar al hospital rápidamente. A los pocos días Daniela fue trasladada a Santiago y finalmente al Instituto de Rehabilitación Moss, de la Universidad Albert Einstein, en las afueras de Filadelfia, Pensilvania, donde trabajaba a diario para aprender a caminar, alimentarse y llevar a cabo otras actividades de la vida cotidiana con extremidades artificiales. Lo más difícil de la curación fue manejar el dolor y las sensaciones fantasmas de sus extremidades cercenadas, comentó, pero aprendió a atenuar y controlar las respuestas nerviosas la mayor parte del tiempo. Por primera vez desde el accidente, pudo mirar a otras personas a los ojos, y lloró de felicidad, pero con mucha fortaleza y determinación.
Casi al año exacto de su accidente volvió a ingresar en la Facultad de Medicina, quería ser especialista en rehabilitación y logró mejores calificaciones que nunca; con el tiempo se convirtió en la primera médica amputada cuadrilateral en el mundo y en 2008 publicó con todo éxito la decimocuarta edición de su libro “Elegí vivir”, a partir del cual personas de todas partes le hacen saber cómo su historia las ha inspirado y les ha infundido valor para encarar los retos de su propia vida, y aprovecharla al máximo independientemente de lo que les depare el destino, para buscar la felicidad.
Las metas de Daniela ahora son las mismas que antes del accidente: ser una buena médica de rehabilitación tanto en sus conocimientos profesionales como en su relación con los pacientes (ayudarlos a superar sus traumas y lesiones y readaptarse para vivir una vida plena), ser una esposa cariñosa y, algún día, madre. Sin embargo, lo más importante es que quiere concentrarse no en lo que ha perdido, sino en su vida como un don maravilloso, fuente de felicidad, porque: “Tu vida será lo que hagas de ella”.
