Tim, un coreano residenciado en Australia vivió una experiencia realmente increíble y de la que pocos hablan: la muerte; era 2014 y el joven tomó una siesta después de sus estudios para sus exámenes de fin de semestre, más tarde su esposa entró a la habitación y por más que intentó no pudo despertarlo.
Él explica que su esposa notaba una respiración irregular de él y cuando entró a la habitación su rostro estaba azul y sus labios habían perdido color; en seguida llamó a una ambulancia para llevarlo al hospital, pero en el trayecto le dieron el diagnostico fatal: muerte cerebral, a pesar de que éste era fiel practicante de deportes y actividades recreativas que le mantenían en buenas condiciones.
En seguida los médicos le comunicaron que al tener tal condición los órganos rápidamente comienzan a deteriorarse por lo que era “conveniente” proceder con una donación de órganos si les daban la oportunidad, puesto que las prácticas realizadas reflejaban que Tim ya no tenía actividad cerebral.
Entonces su esposa comenzó a clamar por un milagro de Dios en la vida de su esposo, convocó a su iglesia de raíces coreanas ubicada en Sydney y juntos oraron para que éste regresara a la vida.
Y Dios hizo el milagro, a los tres días él comenzó a mover sus dedos y abrió sus ojos, asimismo dice que nadie le supo explicar por qué tuvo tal estado de salud, razón por la que se sintió confundido ya que no entendía nada y las personas comenzaban a tratarlo como a “un santo” que hasta le llamaron el “Lázaro Moderno”, pero realmente era todo lo contrario.
Y a pesar de que le costó retomar su vida debido a fallas con su memoria a corto plazo, problema que hoy aún persiste, dice que Dios le mostró su manera de obrar, una muy distinta a la que él pudo haber imaginado. Incluso sin sentir al Señor, Tim dice que esta experiencia le sirve como aprendizaje para saber que Dios jamás lo abandonó, mostrándole así su bondad.
