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Videojuegos en nuestros hijos: cuándo debemos empezar a poner límites.           

Cada versión de los juegos electrónicos viene con una relación proporcional entre desafíos, premios o reconocimientos que el mismo juego le va dando al usuario, lo que estimula directamente el cerebro del jugador y lo impulsan a ir por más.

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Dispositivos inteligentes, juegos y materiales didácticos, algunos online provenientes de sus asignaciones escolares, forman parte del día a día de nuestros hijos, para reforzar sus conocimientos, el cumplimiento de tareas o para el juego y la distracción, aunque a veces estos últimos particularmente son difíciles de limitar a un horario o días de la semana. Por mucho tiempo, los padres se plantean cuándo y cómo comenzar a poner límites a esta sobreexposición.

Cada versión de los juegos electrónicos viene con una relación proporcional entre desafíos, premios o reconocimientos que el mismo juego le va dando al usuario, lo que estimula directamente el cerebro del jugador y lo impulsan a ir por más. Se describe como Dopamina, la sustancia que liberamos en respuesta a recompensas inesperadas y esto produce satisfacción y bienestar, o sea, a mayor gratificación, mayor necesidad de seguir jugando. No es un problema hasta que percibimos que nuestros hijos “no pueden despegarse del juego”, o “necesitan” seguir avanzando, o se irritan cuando se les indica hacerlo.

¿Cuándo mucho es mucho?

Lo primero que debemos preguntarnos es qué estarían haciendo nuestros hijos si no estuvieran jugando al videojuego. Si la respuesta es jugando con amigos, leyendo, o haciendo algo creativo, claramente sería mejor alentarlos a cambiar de actividad.

Todo en su justa medida y a su debido tiempo. Si el celular o la Tablet se utilizan “como remedio” contra el aburrimiento, o para que “los niños estén tranquilos” les estamos reemplazado el contacto con otras personas, actividades y peor aún los retrae socialmente. ¡Cuidado!, no sólo no los estamos ayudando a autorregular el aburrimiento, sino que además desalentamos su creatividad.

Prioricemos que el juego sea un evento social o recreativo positivo, y no un escape para no relacionarse con otras personas o responsabilidades; jugar siempre ha sido una actividad placentera y los videojuegos tienen un potencial enorme para la salud, la educación y los temas sociales. El desafío será, como siempre, hacer un buen uso del recurso.

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