El cumplimiento de las obligaciones islámicas para Shahana era impecable, incluso hasta el punto de no entablar amistad con cristianos. Pero cuando su familia pasó por momentos difíciles, se preguntó por qué el “dios de sus padres” no respondía las oraciones.
En el islam se acostumbra a orar cinco veces a lo largo del día. La joven Shahana nunca se perdió de ninguna de ellas. También cuestionaba la razon por la qué Alá no entendía otros idiomas.
Shahana regresó a India, y quiso reunirse con su amiga cristiana para conversar. Después de una charla, la amiga la invitó a hablar con un exmusulmán una semana después. Shahana lo atacó de inmediato por ser apóstata. Pero el hombre no se molestó: “Mira, Shahana, hablemos de estas cosas”, dijo. Durante las próximas semanas, se reunieron y él le enseñó sobre la Biblia.
Por su deseo de aprender más de la Biblia, ella tuvo serios problemas en su comunidad y hasta dentro de su familia. Había sido encarcelada en su propia casa y privada de comida para quebrantar su voluntad. Con la ayuda de su hermano, Shahana se escapo de su casa y luego escribió una carta a sus padres pidiendo perdón por alejarse de ellos y afirmando que ahora es una seguidora de Cristo.
