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Centrarse en soluciones para educar sin castigos. 

A pesar de las facilidades que parece ofrecer este método, no es la mejor herramienta que podemos emplear. El castigo está basado en la obediencia ciega. Con el castigo el niño hace o deja de hacer algo “para que mamá no me grite“ o “para que papá no me impida ver la tele”.

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El castigo conduce a la obediencia ciega y al temor y no enseña valores. Se enmarca en la orientación conductista de la psicología, en concreto, dentro del condicionamiento operante postulado por Skinner. Según este enfoque, las conductas que emitimos están manejadas por las consecuencias que las siguen. De este modo, una conducta se repetirá si tras ella viene un refuerzo y, por otro lado, verá reducida su frecuencia si tras ella viene un castigo.

Por qué el castigo no es la solución.

A pesar de las facilidades que parece ofrecer este método, no es la mejor herramienta que podemos emplear. El castigo está basado en la obediencia ciega. Con el castigo el niño hace o deja de hacer algo “para que mamá no me grite“ o “para que papá no me impida ver la tele”.
Sin embargo, esto no produce un aprendizaje positivo, no se interioriza ningún valor ni se entiende por qué uno debe ser responsable de sus actos. Aunque cueste creerlo el castigo transmite la idea de que “aquí soy yo el que manda” y genera un sentimiento de humillación en el niño que puede traer consecuencias nefastas.

Disciplina positiva: la alternativa al castigo.

Entonces, si el castigo no es la solución, ¿cómo educamos, guiamos y enseñamos valores a nuestros niños? Un enfoque alternativo muy valioso lo constituye la disciplina positiva. Basada en los estudios de Adler y Dreikurs y en el valioso libro de Jane Nesen, este enfoque resalta la importancia de mantener el respeto y la dignidad de los pequeños al educarlos.

Desde esta perspectiva ayudaremos a criar niños que actúen desde su propia responsabilidad y sus propios valores, que sean capaces de regular sus emociones y de reflexionar sobre las consecuencias naturales de sus actos.

Eduquemos desde el respeto, el amor y el ejemplo y tomémonos el tiempo para entender y validar los sentimientos que hay tras la conducta (aparentemente inapropiada) de los niños.

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