El vínculo entre padres e hijos es tan exigente como gratificante; al mismo tiempo, demanda sensibilidad y un cuidado diario. La comunicación frecuente y sincera puede ayudar a estrechar lazos; sin embargo, algunos progenitores quizás no han considerado formas de abordarla.
En función de la edad del niño y la etapa evolutiva que esté atravesando, unas preguntas serán más apropiadas que otras, y de la misma forma serán diferentes las respuestas obtenidas. Los pequeños darán contestaciones más imaginativas mientras los mayores ofrecerán información más elaborada; en cualquier caso, lo que es seguro es que los resultados pueden sorprendernos y hacerles saber que estamos presentes, disponibles e interesados en ellos, les ayudarán a garantizar su bienestar emocional.
Especialistas en terapia familiar consideran que preguntar: ¿Cómo te sientes?, es la pregunta estrella, que deberíamos realizar cada día. Para los niños es fundamental aprender a conectar con sus emociones, saber identificarlas, nombrarlas y expresarlas, y con esta cuestión les ofrecemos una valiosa oportunidad para realizar este proceso. Conocer la respuesta nos permitirá intervenir en caso que sea necesario; muchas veces damos por hecho que los menores están bien, que no tienen preocupaciones, cuando quizá están lidiando con la tristeza, la impotencia, la vergüenza o el miedo.
Al preguntar, tendemos puentes y abrimos caminos para una comunicación que quizá nunca llegaría de forma espontánea, preguntas como: ¿qué necesitas?, ¿cómo puedo ayudarte?, ¿hay algo que pueda hacer por ti?, ¿qué opinas tú?, o ¿qué te gustaría cambiar?, les ayudaran a sentir que pueden elegir, que serán comprendidos y apoyados. Consolidar el vínculo de la comunicación no es tarea de un día, no basta con sentarse una tarde y realizar estas cuestiones, se trata de una carrera de fondo en la que hemos de estar disponibles cada día, para ellos será realmente enriquecedor.