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¿Conoce qué es el Burnout?.

Conocido también, como el síndrome del trabajador quemado, el burnout cada vez afecta a más personas, al punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera una enfermedad profesional, y lo define como “un estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito y que se caracteriza por sentimientos de agotamiento o poca energía, negatividad con respecto al empleo y reducción de la productividad laboral”.

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Definido como un estado de agotamiento emocional, físico y mental causado por un estrés excesivo y prolongado, muchas personas experimentan el burnout, a partir de demandas constantes, abrumadoras y a veces incapaces de cumplir. Conocido también, como el síndrome del trabajador quemado, el burnout cada vez afecta a más personas, al punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera una enfermedad profesional, y lo define como “un estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito y que se caracteriza por sentimientos de agotamiento o poca energía, negatividad con respecto al empleo y reducción de la productividad laboral”. Esta situación, si no se resuelve pronto, puede derivar en enfermedades más graves, tanto físicas como mentales, y acabar repercutiendo en la calidad de vida del profesional.

Las personas que sufren el burnout, entre sus principales síntomas, muestran constantemente decaimiento o se muestran irascible, en especial en el trabajo, insomnio, ansiedad (inquietud, excitación e inseguridad intensas y constantes), problemas intestinales, los problemas musculoesqueléticos (dolor de espalda o en el cuello) la mayor propensión a baja autoestima, según el Observatorio de Riesgos Psicosociales de la Unión General de Trabajadores (UGT).

En su libro “The Balance Within: The Science Connecting Health and Emotions” la doctora Esther Sternberg, de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, explica que nuestro organismo está preparado para concentrar la energía en los músculos y el cerebro en situaciones de alerta como el estrés, con el objetivo de movilizar el cuerpo para la acción, y eso hace que el sistema inmunitario cuente con menos recursos para defenderse. Sin embargo, cuando el estrés se hace crónico, el organismo entiende que la emergencia es constante, por lo que centra la energía casi todo el tiempo en los músculos y el cerebro (de ahí las contracturas, los dolores o el insomnio) y provoca que se defienda peor frente a bacterias y virus. Un estudio de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, señala que la elevación repetida de la presión arterial que provoca el estrés mantenido puede causar hipertensión y dañar las venas y las arterias, lo que, a largo plazo, aumenta el riesgo de sufrir un infarto. Es importante visitar un especialista, conversar con terapistas emocionales y ajustar en lo posible nuestros estilos de vida, eso eventualmente nos fortalecerá para afrontar situaciones de este tipo.

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