Para construir vínculos fuertes y significativos, podemos practicar la autorrevelación. Es decir, transmitir a los demás aspectos que consideramos confidenciales de nosotros. Sin embargo, ¿hasta dónde debemos llegar?
La autorrevelación es la capacidad para compartir con la demás información privada: experiencias, pensamientos y deseos que pertenecen al terreno más profundo y personal. Todos sabemos que las mejores relaciones son aquellas en que nos permitimos transmitir al otro parte de ese “material sensible” porque hay confianza, sin embargo, muchas veces nos llevamos algún traspié en ese complejo arte de saber qué compartir y qué callar porque al abrirnos a los demás, también nos exponemos a ser traicionados. En cambio, otros caminan por el mundo con el corazón abierto; todo lo comparten, todo lo dicen, todo lo dejan sobre los demás, sin filtros ni medidas.
Aunque, por llamativo que nos parezca, la ciencia nos dice que aquellos que dicen lo que sienten y comparten con los demás lo que desean, gozan de mejor salud psicológica, es decir, forma parte de la psicología social y de las relaciones interpersonales. Según esta teoría, la revelación gradual de sentimientos y experiencias personales favorece tanto el sentido de confianza como el conocimiento que tenemos del otro.
