Salud y Vida

Obesidad, sociedad y economía: la asociación de la que se habla poco.

El problema principal es que nos alimentamos por placer, en lugar de por nutrirnos. Eso nos hace escoger productos muy sabrosos, pero muy poco saludables.

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La obesidad es la verdadera pandemia del siglo XXI. No hay vacuna ni un orden claro para intentar atajarla. El problema principal es que nos alimentamos por placer, en lugar de por nutrirnos. Eso nos hace escoger productos muy sabrosos, pero muy poco saludables. Hacemos uso de ellos aún más si cursamos niveles altos de estrés, siendo los grupos de población más desfavorecidos y con menos recursos los que más alimentos insanos utilizan para afrontar ese estrés.

Existe una brecha de salud en la disparidad económica. Las personas con bajos ingresos suelen enfrentarse a dos problemas: un estrés crónico por su situación económica, además de una dieta deficiente en muchos alimentos que no pueden comprarse de forma frecuente. Todos hemos pasado alguna vez por una etapa estresante en la que hemos utilizado la economía como sedante. Cuando llegamos a casa estresados después de un día agotador no cocemos brócoli y nos lo comemos viendo una película, sino que elegimos alimentos ricos en calorías con grasas de mala calidad, azúcar y mucha sal.

La evidencia científica sugiere que las personas con un nivel socioeconómico bajo tienen un mayor consumo de este tipo de comida “reconfortante” para hacer frente al estrés. Este tipo de alimentos tiene una relación directa con la obesidad. La comida reconfortante es barata y accesible, por lo que puede ser especialmente atractiva para las personas cuyas posibilidades son limitadas debido a la discriminación o la pobreza. La comida “antiestrés” puede amortiguar las respuestas fisiológicas al estrés y hacernos sentir mejor a corto plazo. Sin embargo, a largo plazo ya intuimos lo que ocurre si basamos nuestra dieta en alimentos muy sabrosos y poco saludables: obesidad, diabetes y alteraciones cardio metabólicas de todo tipo.

Cuando se consideran los ingresos o la ocupación, los hombres con los niveles socioeconómicos más bajos tienen casi el doble de riesgo de obesidad. Las mujeres en los EE. UU. tienen aumentos significativos en las tasas de obesidad a medida que disminuye su nivel socioeconómico. Es fundamental promocionar un estilo de vida saludable en toda la población, pero más aún en la que más riesgo de obesidad y enfermedades presenta. Aspectos como la meditación para tratar de controlar el estrés, y el fomento del ejercicio físico en grupo para que personas en riesgo de exclusión mejoren tanto su salud física como social, son importantes.


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