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Se les reconoce con facilidad. Sus gestos suelen delatarles. Unos se esconden tras sus padres en cuanto les habla un desconocido. Otros bajan la mirada y se quedan inmóviles, incómodos al ser requeridos por personas ajenas a su círculo más cercano. Rehúyen participar en actividades grupales y en general suelen mostrarse asustados o retraídos ante situaciones nuevas. Entonces llega el aviso del padre o madre: «Es que el niño es muy tímido». Ahora bien, ¿cómo se debe manejar dicha timidez desde casa? ¿Qué fallos suelen cometer los adultos ante este comportamiento? 

Obligarlo a interactuar. Obligarles a interactuar, utilizando estrategias poco o nada adecuadas, puede hacer que la timidez se intensifique o que incluso lleguen a desarrollar una fobia social, Igual que es importante exponerles a ambientes abiertos, también es importante controlar el grado en el que lo hacemos, sobre todo si este tipo de situaciones les genera una gran ansiedad.

Hablar por el niño. Si el niño no quiere hablar, lo mejor es no presionarlo, pero tampoco hablar por él. Lo más indicado es que los padres socialicen de forma normal para que el niño vea un modelo de cómo relacionarse con los demás. No es conveniente centrar la atención en el pequeño. Si alguien le pregunta algo, hay que darle un margen para ver si contesta. Si no lo hace, hay que seguir adelante sin enfocarse exclusivamente en su actitud.

Hacerle pasar vergüenza o compararlo. Lo que menos necesita un niño tímido es que los padres le hagan pasar vergüenza. Si ante una de sus conductas de inhibición se le dicen cosas como «vamos, di algo», o «responde, no seas tonto», el pequeño se sentirá mucho más cohibido para expresarse. De hecho, puede empezar a temerle a las situaciones sociales.

Delatarlo, un error con el niño tímido. El niño tímido se siente angustiado cuando llama mucho la atención o cuando los ojos de los demás se centran sobre él. No necesita una etiqueta en la frente que deba portar como un estigma ante los otros.

Llenar su agenda de actividades. Muchos padres están convencidos de que una manera de facilitar la socialización de un niño tímido es construyéndole una agenda en la que haya infinidad de actividades. Clases de piano, de natación, de pintura, de baile, etc.

Este planteamiento no suele funcionar, sobre todo cuando el pequeño muestra muy pronto interés en tener influencia en cómo tiene que organizar su tiempo, de manera libre y espontánea. Lo que un niño necesita, tímido o no, es mucho afecto y apoyo. También reconocimiento y valoración de sus progresos. Hay que animarle a interactuar, pero no presionándolo, sino motivándole.

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¿Qué tipo de juegos son los mejores para los niños?

El juego debería ser socialmente interactivo. Este tipo de juego permite a los niños comunicar ideas y entender a los demás mediante la interacción social, sentando las bases para construir un conocimiento más profundo y unas relaciones más sólidas.

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No se basa necesariamente en juguetes: Ellos tienen la capacidad de crear con lo que los rodea, no necesitan un juguete para dejar volar su imaginación. Este tipo de juegos fomentan la creatividad, encontrando soluciones a problemas, los ayuda a asumir su propia vida de la mejor manera, les permite interactuar con el mundo que les rodea, ejercita la atención, la concentración y la memoria, además es una excelente herramienta para afianzar vínculos y es otra forma de aprendizaje. El juego necesita de un tiempo: los niños deben jugar a diario, necesitan que nosotros les facilitemos ese tiempo cada día.

Cómo fomentar el juego positivo en los niños

A continuación, compartimos consejos para los adultos, padres y cuidadores que harán que fomentemos esta importante actividad en el desarrollo integral de nuestros niños:

1.   Lean cuentos, pero déjalo inventar el final.

2.   Practiquen actividades artísticas: Dibujar, cantar, bailar.

3.   Hacerles preguntas fuera de lo común.

4.   Fomentar su curiosidad. Establecer un espacio para la creatividad, disponer de un lugar físico, aunque también está en nuestra creatividad crearlos, tener diferentes elementos que ellos puedan utilizar para crear y divertirse. 

5.   Dejar que se equivoquen, que cometan errores, esto va a apoyar valores potentes como la autoconfianza y la resiliencia. 

6.   Jugar y crear con ellos, cuando ellos nos inviten a jugar disfrutemos de esos momentos, dejemos de lado de pronto el cansancio, esto además nos relaja y nos da vida. 

7.   Descubrir que les gusta y de acuerdo con eso incentivar la creatividad, la invitación es que conozcamos a nuestros niños, sus talentos y virtudes. 

8.   Escucharlos, es decir fomentar la libertad de expresión.

9.   Promover que sean curiosos e investiguen.

10.  De nuestra parte amor, tiempo y disposición siempre.

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FAMILIA

Resiliencia de padres: La unión hace la fuerza.

La resiliencia familiar es una herramienta muy importante para la salud de todos. Esta mantiene la seguridad, la adaptación y la superación de las dificultades. De ese modo, nos ayuda a alcanzar el éxito desde una mirada positiva.

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Podemos decir que la resiliencia está basada en la esperanza, el optimismo, la motivación, el bienestar y las capacidades para afrontar situaciones difíciles. No todas las familias son capaces de hacer frente a las adversidades de una forma positiva, sino que solo las resilientes consiguen hacerlo. En este artículo, te contamos más sobre este tema.

¿Qué es la resiliencia familiar?

La resiliencia es la capacidad que tenemos las personas de hacer frente a las situaciones difíciles, pero sin dejar de ser felices. La podemos comparar con un trozo de plastilina que, aunque reciba impactos, se modela y coge otras formas, pero siempre es la misma. Además, para entender esta capacidad, no solo nos tenemos que centrar en la persona, sino también en su entorno social y familiar.

Resiliencia familiar. La resiliencia familiar puede definirse como el conjunto de comportamientos y los procesos de superación y adaptación con los que cuenta la familia como unidad funcional. En definitiva, es un instrumento muy importante para la salud. Además, gracias a ella saldremos fortalecidos y transformados de las crisis a las que nos enfrentemos. La resiliencia familiar depende mucho del contexto cultural y familiar, el nivel de desarrollo y los recursos con los que cuente la familia. También, de una visión compartida del problema. La familia es nuestro apoyo en las adversidades, por lo que si contamos con su colaboración, conseguiremos superar con un mayor éxito las dificultades. Además, su apoyo y compañía nos aporta seguridad y aumenta nuestra capacidad de respuesta al dolor.

Resiliencia familiar, la unión hace la fuerza. La resiliencia familiar nos deja claro que no estamos solos en el mundo. Sabemos que contamos con el apoyo de nuestra familia, que también forma parte de quienes somos. Esta forma parte de la identidad y de la capacidad que tenemos para ser felices. Así, la familia a la que pertenecemos puede ser nuestro motivo de alegría, pero también todo lo contrario. Por ejemplo, una familia desestructurada, supone la vulnerabilidad de todos los miembros de ese hogar.

Por todo esto, es clave mantener a la familia unida para que todos sus miembros se ayuden y colaboren para superar las adversidades que se presenten. De esa manera, habrá un mejor funcionamiento y las relaciones entre sus componentes serán sanas. Michael Delage (2010) explica cuáles son las capacidades principales para la construcción de la resiliencia familiar:

·        La capacidad de protección mutua.

·        La gestión óptima de las emociones.

·        La comunicación entre todos los miembros.

·        Las formas de interacción, los recursos y las competencias de todos frente a las adversidades o crisis.

·        La mentalización personal y grupal.

La esencia de una familia resiliente es permitir que cada integrante se adapte a los demás y nadie deje por el camino a los más frágiles. Todos deben estar preparados para cubrir las necesidades de los otros cuando sea necesario.

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Ayuda a los niños a solucionar conflictos de forma autónoma y respetuosa con estas herramientas de Disciplina Positiva.

Los niños necesitan experimentar, equivocarse, tomar malas decisiones y meterse en conflictos, pues solo así serán capaces de aprender de ello y entender las consecuencias de sus actos.

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Pero esto no significa que debamos abandonar a nuestros hijos a su suerte. Los niños no nacen sabiendo ni “vienen de serie” con las herramientas emocionales necesarias para saber gestionar un conflicto. Necesitan de nuestra ayuda para aprender de una manera respetuosa y positiva. En este sentido, la Disciplina Positiva cuenta con herramientas que podrían ayudarnos, como las que a continuación os compartimos.

El error, base del aprendizaje. El error es la única forma que tienen los niños de entender las consecuencias de sus actos y aprender de ellas. No en vano, en la Disciplina Positiva el error es considerado como una maravillosa oportunidad de aprendizaje y adquisición de nuevas habilidades para la vida.

Preguntas de curiosidad y enfoque en soluciones. A la hora de resolver un conflicto, las preguntas de curiosidad son la mejor manera de invitarles a pensar en lo sucedido, pero también a enfocarse en soluciones, otra de las herramientas estrella de la Disciplina Positiva. El enfoque en soluciones fomenta en los niños la resolución de conflictos y la toma de decisiones de forma autónoma, además de enseñares de cara a un futuro cómo actuar en caso de verse en una situación similar. Poco a poco, a medida que vaya creciendo será capaz de hacer este ejercicio de forma autónoma y buscar las soluciones a los problemas por sí mismos. 

Tiempo fuera positivo. Se trata de un tiempo de desconexión voluntario que se toma el niño ante un conflicto o una situación que le desborda, con el objetivo de volver a recuperar el estado de calma. Una vez alcanzado ese estado, será más fácil que el niño reflexione sobre lo ocurrido y se involucre en la búsqueda de soluciones.

Opciones limitadas. Nuestro día a día está lleno de pequeños conflictos como estos que poco a poco van desganándonos y haciéndonos perder la paciencia. Para evitar llegar a ese punto, al tiempo que fomentamos la autonomía del niño, toma de decisiones  y sentido de la responsabilidad, tenemos la herramientas de las opciones limitadas.

Juntas de familia. Las juntas o reuniones de familia son una de las muchas herramientas con las que cuenta la Disciplina Positiva  para ayudarnos en la educación de nuestros hijos, afianzar nuestros vínculos y conseguir la armonía y el bienestar familiar que todos deseamos. Este tipo de reuniones nos permiten resolver los problemas o conflictos de manera democrática, generando ideas entre todos los miembros de la familia y buscando soluciones conjuntas.

Conexión antes que corrección. Aunque quizá no siempre seamos conscientes de ello, lo cierto es que nos pasamos la vida corrigiendo a nuestros hijos, remarcando sus errores y recordándoles todo aquello que no pueden hacer.  Pero poniendo el foco en la corrección continua nos olvidamos de lo realmente importante: el poder de la conexión. Cuando conectamos emocionalmente con nuestros hijos somos capaces de ver más allá de una conducta  y, por tanto, de atender debidamente sus necesidades. Y cuando un niño siente que es escuchado y tenido en cuenta su comportamiento mejora y se evitan muchos de los conflictos cotidianos que tanto nos irritan.

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