Las chicas adolescentes en Estados Unidos experimentan niveles nunca vistos de tristeza y ansiedad. Un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), con datos de 2021, indica que casi tres de cada cinco chicas adolescentes reportó sentirse triste o desesperanzada de forma constante, lo que representa un incremento de casi 60% en comparación con 2011, cuando un 36% de las jóvenes dijo sentirse de esa manera. En el caso de los varones, también se produjo un deterioro, pero considerablemente menor, pues la cifra de los que reportaron estos sentimientos negativos pasó de 21% a 29% en el mismo periodo.
Otro indicador preocupante del estudio es el aumento en el número de chicas adolescentes que han considerado seriamente suicidarse: una de cada tres, lo que representa un incremento de casi 60% en comparación con 2011 y duplica la cifra de los varones (14%). Aunque las autoridades sanitarias apuntan que el elevado riesgo de suicidio, depresión, consumo de drogas y otros problemas en las adolescentes puede responder a una mezcla de diversos factores, especialistas destacan el papel de las redes sociales en el deterioro de la salud mental de las jóvenes. Entre estos expertos se encuentra Donna Jackson Nakazawa, una escritora especializada en neurociencia, inmunología y emoción, que a finales de 2022 publicó el libro Girls on the Brink (Chicas al borde), en el que explora esta situación.
La autora explica las causas biológicas, sociales y culturales detrás del impactante incremento en el número de chicas adolescentes que sufren problemas de depresión y ansiedad en Estados Unidos y, aunque reconoce que esto es ocasionado por múltiples factores, sostiene que “las redes sociales son las principales culpables y son mucho más tóxicas para las chicas”. Además, explica por qué las chicas resultan más afectadas que los varones y ofrece varios consejos prácticos para que los padres puedan ayudar a sus hijas (e hijos). El cirujano general de Estados Unidos, la mayor autoridad sanitaria del país, emitió una alerta sobre los efectos negativos que las redes sociales pueden tener en la salud mental de los jóvenes. En su libro Girls on the Brink, usted señala que la situación es mucho peor para las chicas.
¿Qué ocurre?
El estrés acumulado a lo largo del desarrollo es muy difícil para todos los jóvenes. Cuando hay mucho estrés no mitigado, comienzan a ocurrir cambios en áreas del cerebro como la corteza prefrontal y en el hipocampo, donde albergamos nuestros recuerdos. También hay cambios en el área que llamamos la red neuronal por defecto, asociada con nuestro sentido de quiénes somos en el mundo. ¿Somos una buena persona? ¿Tenemos oportunidades? ¿Cómo manejamos esa narrativa sobre nosotros mismos? ¿Creemos en nosotros mismos? ¿Nos sentimos desesperanzados o tristes? Además, vemos cambios en la amígdala, esa área con forma de almendra en la parte superior del cerebro. Eso es como un centro de alarma y es diferente en chicas y chicos. Tenga en cuenta que esto es frente a un estrés incesante.
En las chicas, vemos que su amígdala se hace más grande y eso lo asociamos con rumiar, con atascarse y reproducir los mismos pensamientos una y otra vez. Siempre se muestran diferencias en las áreas del cerebro más relacionadas con ejecutar acciones. Hay un viejo adagio que dice que cuando las niñas están abrumadas por el estrés, es más probable que actúen sobre sí mismas: como si se juzgaran a sí mismas, sintiéndose desesperanzadas, avergonzadas. Mientras que los chicos son más propensos a portarse mal. Y podemos ver en el cerebro por qué a veces eso es cierto. Ahora, incluya las redes sociales. Las chicas están más en las redes sociales que los chicos. Sabemos que incluso si pasan la misma cantidad de tiempo en las redes que ellos, es más probable que ellas terminen sintiéndose deprimidas, ansiosas, desesperanzadas y persistentemente tristes.
En parte, esto tiene causas externas. Y es que lo que las chicas encuentran en redes sociales es mucho más sexista. Es muy probable que sea información sobre sus cuerpos, su cara, su piel, su ropa, cómo se comparan físicamente con algún falso ideal femenino bajo la mirada masculina de lo que es la perfección, de lo que es aceptable y lo que no lo es. Así que están recibiendo una carga más grande. También es más probable que se enfrenten a esta dicotomía de -como me han dicho miles de chicas en todo el país- “si quiero ser popular, tengo que ser sexy y si quiero ser sexy, aunque tenga 11 o 13 años, tengo que fingir que soy sexualmente adulta. Pero, cuando hago eso, también tengo este montón de tipos asquerosos que me sexualizan como si fuera una mujer adulta”. Ellas son acosadas en línea, reciben comentarios. He hablado con tantas jóvenes. Ellas no quieren estar en línea de la forma en que están. Ellas quieren la ayuda de un adulto para desconectarse. Esa forma de ser popular en internet viene con todos los aspectos negativos. Las redes sociales más populares ahora, como TikTok e Instagram, publican videos e imágenes. Y las imágenes tienen un impacto mucho más rápido que las palabras en el cerebro en desarrollo.
Hay una gran investigación que muestra que mientras más ves algo que es popular en internet, más te desensibilizas. Y eso apaga el filtro de prevención del cerebro que les dice a los jóvenes que algo podría ser una mala idea. Probablemente por eso vemos que, como dijo el cirujano general, cuando los jóvenes ven que alguien se autolesiona en internet, es más probable que imiten y reproduzcan ese comportamiento. Los cerebros de las chicas tienen más probabilidades de quedar atrapados en ese proceso. Cuando estás bajo estrés siendo adulto, hay cambios en tu cuerpo que conducen a una suerte de cascada inflamatoria. El cerebro y el cuerpo bombean más químicos y hormonas del estrés. Y con el tiempo, cuando se mantienen elevados, comienzan a producir modificaciones que podemos apreciar en los escáneres cerebrales: cambios en la conectividad cerebral en las áreas importantes que mencioné. Las amenazas sociales son particularmente dañinas para el cerebro en desarrollo porque durante la mayor parte de nuestro tiempo evolutivo como humanos requerimos mucha cooperación y comunicación para llevarnos bien, para sobrevivir, para criar a nuestros hijos.
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