Salud y Vida

Suspirar para calmar la ansiedad.

Andrew Huberman, profesor de neurobiología en la Universidad de Stanford, señala que suspirar es el discreto arte de reducir el estrés y la ansiedad. Lo llamativo es que cuando lidiamos con dichos estados emocionales, ese patrón de respiración ya aparece de manera automática, tanto en nosotros como en los animales.

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Si estás teniendo un mal día, suspira. Hazlo en profundidad, porque este sencillo ejercicio actúa como un reiniciador psicofisiológico, capaz de restaurar la homeostasis tanto fisiológica como la psicológica.
 
Suspirar es un acto que los poetas atribuyen a los enamorados. Pero lo cierto, es que no solo suspiramos cuando soñamos con ese alguien que es objeto de nuestros deseos. Este patrón de nuestra respiración está íntimamente vinculado a las emociones, pero también le sirve al organismo para liberarnos del peso de la tensión y el estrés.

Esa exhalación, que por lo general siempre es audible, corta y que precede a una inhalación de aire más profunda, es un mecanismo de homeostasis. Nos equilibra. Nos alivia. Reconforta a cualquiera y parece incluso que nos libera de más de una carga. Es más, esta respuesta fisiológica actúa muchas veces como mecanismo de comunicación.

¿Quién no recuerda, por ejemplo, ese suspiro profundo de nuestra madre cuando habíamos cometido una travesura y nos alertaba con ese gesto de una pronta reprimenda? Aún más, es frecuente que cuando escuchamos suspirar a alguien cercano, le preguntemos casi al instante qué le sucede.

Si hacemos esto es porque sabemos que este acto responde a algún estado emocional que tal vez necesite de validación y apoyo.

Andrew Huberman, profesor de neurobiología en la Universidad de Stanford, señala que suspirar es el discreto arte de reducir el estrés y la ansiedad. Lo llamativo es que cuando lidiamos con dichos estados emocionales, ese patrón de respiración ya aparece de manera automática, tanto en nosotros como en los animales.

Sin embargo, no lo hacemos de manera adecuada, es decir, aunque genere cierto alivio, no siempre aporta un beneficio permanente. Y esto es así por un hecho muy concreto: porque respiramos muy deprisa. El estrés hace que buena parte de nuestros alveolos pulmonares se colapsen de aire debido a la elevada frecuencia de nuestro corazón. Respiramos de manera acelerada y el nivel de CO₂ se eleva. Todo ello deriva en cansancio y en malestar.

Para beneficiarnos de los suspiros, estos deben ser actos plenamente conscientes. Un suspiro lento y profundo tiene un efecto reparador para el organismo. Es beneficioso porque logra renovar el oxígeno, eliminar el dióxido de carbono de desecho y eleva el índice de endorfinas. Experimentamos una grata sensación de bienestar mucho más sostenida en el tiempo.

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