Un poco por eso y otro tanto porque hoy la tecnología lo permite, las nuevas maneras de laborar, como las jornadas no lineales, ofrecen ventajas que pueden ser aprovechadas por los trabajadores y las empresas.
¿Qué es una jornada no lineal? Es aquella en la que el trabajador desarrolla su labor en el momento y en el lugar que más le convenga, sin las restricciones que impone el horario de bloques y haciéndolo en las llamadas ráfagas flexibles y concentradas, repartidas a lo largo del día. La idea es que un empleado pueda organizar sus tiempos en torno a su vida personal sin estar constreñido por la rigidez de un horario preestablecido. Esta modalidad puede combinarse con la tradicional y, de hecho, la forma híbrida también va ganando terreno, y si bien tampoco se trata de algo nuevo, la tecnología hoy permite la adopción del trabajo remoto o a distancia para algunas tareas
¿Cuáles son sus ventajas? “De acuerdo a nuestros estudios las jornadas no lineales incrementan la flexibilidad en el lugar de trabajo, lo que le da al colaborador un sentido de mayor confianza hacia su lugar de trabajo”, afirmó Nicolás Bóbeda, account executive de Great Place to Work. Las jornadas de trabajo no lineales intercalan periodos de descanso con espacios para el descanso. El objetivo es que los trabajadores armonicen su vida personal con las exigencias laborales. Para lograrlo, cada uno decide cómo organizar su tiempo.
Bajo este este esquema, una persona puede, por ejemplo, levantarse muy temprano y comenzar su jornada laboral antes que la mayoría. Después, ducharse, desayunar con sus hijos y leer el periódico. Enseguida, tendría la posibilidad de echarse una siesta de media hora, para luego trabajar otro par de horas y resolver una o dos tareas adicionales. Y así sucesivamente. Lo fundamental en el caso de las jornadas no lineales es que los objetivos diarios, semanales o mensuales se cumplan. Deja de ser importante la presencia física del trabajador en un lugar específico, a unas horas determinadas, todos los días. Es posible que tenga que asistir a reuniones eventualmente, con un horario establecido, pero en términos generales acomoda su agenda con plena autonomía.
El tiempo flexible. Durante la mayor parte de la historia, el ser humano ha trabajado de este modo. En la industrialización, los medios de producción han sido grandes máquinas y estructuras que obligaron a contar con la presencia del trabajador por lapsos fijos. La revolución tecnológica trajo consigo una gran novedad: aunque los medios de producción siguen concentrados en manos de los empleadores, ahora es posible conectarse a ese gran sistema a partir de terminales (las computadoras) a los que muchas personas tienen acceso. También es factible mantener comunicación permanente, en tiempo real.
Mayor productividad. Todo indica que las jornadas de trabajo no lineales son una garantía de productividad. En el mundo actual, la flexibilidad y el rendimiento son realidades que suelen ir de la mano. Permanecer en una oficina o en una empresa de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde no garantiza que se cumplan los objetivos, pero tomar como punto de referencia esos mismos objetivos para evaluar el trabajo sí es un medio para garantizar que se consigan. Este tipo de jornadas exigen confianza entre todos los actores. También orden, autodisciplina y una definición muy precisa de objetivos y tareas. Es una modalidad en crecimiento y que, muy probablemente, será cada vez más predominante en los próximos años.
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